lunes, 9 de abril de 2012

La solución de Grass ante la situación de crisis.

Hablar por hablar, decir por decir. En un contexto concreto, una palabra, una declaración de intenciones, puede incendiar más de lo que puede hacer cualquier bombardeo de la Legión Cóndor. Y más si ese escrito o declaración proviene de la pluma de un premio Nobel de Literatura. Ayer, el escritor y Nobel de Literatura alemán Günter Grass quiso, directa o indirectamente, encender la mecha de un incendio de polémica que ha inundado a los medios de comunicación del mundo entero. Todo esto se produjo cuando Grass publicó un poema en el que declara que existe una necesidad de que Alemania abandone la Unión Europea y de que se expulsen a los inmigrantes de dicho país.

El poema titulado "Lo que hay que decir" ha llegado hasta las grandes cúpulas del poder internacional y ha desatado un reguero de posiciones en contra y a favor. La primera y seguramente la más impactante de las repercusiones fue la de Israel. El país judío catalogó a Günter Grass como "persona non grata" e imposibilitó la llegada de dicha persona al país por decir que Israel es una potencia capaz de alterar la quebradiza paz mundial. Por otra parte, el líder de la extrema derecha alemana, ha declarado que con este poema, Günter Grass ha roto unos tabúes que en Alemania se han instaurado tras el genocidio nazi. 

Grass, de 84 años de edad,  posteriormente ha declarado que su poema tenía algunas partes que eran bastante fuertes. No obstante, por lo que parece, no se contrae. En sus apenas sesenta y nueve versos, el escritor también ha intentado comparar a Irán, un país que niega el genocidio, e Israel, el país con la población más afectada por dicho genocidio. 

Es verdad que a Alemania no le gusta hablar mucho de este tema (se llega en algunas ocasiones casi a la censura) por la vergüenza que supone de cara a la opinión pública internacional, pero ello no justifica que en solitarios casos se invite al etnocentrismo o a la repulsa de cierta cultura. Un estado multicultural es sinónimo de un Estado rico y atractivo al turismo. Además, la afluencia de extranjeros, siempre y cuando exista una regulación, ayuda a hacer de un Estado garantizado de un relevo generacional. Si, puede que existan rencillas entre individuos, pero eso es otra cosa. Ahí solo cabe la educación y los valores éticos de la sociedad estatal. Es impensable desterrar familias con dos o tres generaciones viviendo en cierto país por tal de pertenecer a cierta ideología, religión o raza. El extranjero es un seguro, y la existencia de múltiples culturas, una garantía de futuro.

Sin embargo, el aval del experto es una amenaza, y si ese experto es Günter Grass, un literato con prestigio reconocido por todo el mundo y por Alemania, los focos de apoyos a sus dictámenes o proposiciones van a multiplicarse. Frente a esta situación solo cabe la oposición de la comunidad internacional entera. Si, quizás Grass no fuese con esa intención, pero las apariencias permanecen. Y aunque éstas engañen, cuando el traje del emperador es tan impactante la gente se lo cree y el doble sentido se autodestruye. 


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