viernes, 13 de abril de 2012

La verde y blanca realidad

Fado porque se fue por el río. Fado, porque se fue con la sombra. 

Aquel año, todo paró cuando el corazón de Carlos Cano dejó de latir. El sentir de Andalucía se quedó en sus canciones y la pasión de la Andalucía libre voló por la vega de Granada. Hastiado del caciquismo crónico de su eterna tierra, rompió con las cadenas de la vida y se sumergió en una tierra a la que le debía todo. 

Cantautor de profesión y poeta de vocación, Carlos no dejó de pensar en una utopía a la que siempre se quería acercar lo más posible. Siempre fue un alienado con la cultura popular andaluza y un firme defensor del ¡Andaluces levantaos! de Infante. Sus letras reflejaban esa voz del pueblo trabajador, una voz que quedaba sumida ante los envites de los nuevos señoritos y ante la oscura melancolía del verbo emigrar.

Hoy, tras más de una década sin poder escuchar la fuerza desmedida de los acordes de su guitarra, Andalucía sigue siendo lo que fue siempre. Los olivos, el trigo o el arroz aún inundan los grandes páramos, llanuras y montes de nuestra tierra. El trabajo pasa por las manos de unos pocos y el clientelismo y el colegueo hacen de la igualdad de oportunidades un ideal de escaparate. Ahora la libertad existe, pero cae en nuestros ojos por medio de discursos burocráticos que emite cual NODO la televisión de todos los andaluces.

Ya no es raro que la palabra cachondeo suene ante las fachadas blancas de los pueblos de Andalucía. Miles de trabajadores andan sumidos entre la puerta del bar y la cola de la oficina de empleo buscando una solución concreta para su subsistencia y la de toda su familia. La única salida es la economía sumergida y los cuatro trabajos que hacen al vecino de al lado. Mientras, en los ayuntamientos se miran los derechos y las libertades de los ciudadanos desde el sillón de un despacho. Allí, el concejal o el alcalde de turno espera que toquen a la puerta inmobilarias y amigos para "crear empleo". La honestidad es un valor y hay que mirar por el pueblo trabajador.

Carlos Cano murió también pensando en la cultura. Tras hacerlo hijo predilecto a título póstumo, Andalucía pensó en él, y cómo no, en las nuevas tecnologías, otro de los grandes pilares de la Andalucía del futuro.  La cultura es un ideal imposible y si pasa por la pantalla de un ordenador, mejor. De este modo, la educación pasa a ser una educación de calidad y los estudiantes podrán seguir trabajando a base de pico, pala y sudor.   

Los emigrantes ya no volverán, Andalucía se ha convertido en lastre de cara al futuro y la esperanza andaluza es un arma capaz de hundirte al intentar echar el vuelo. Europa y parte de España tienen oportunidades que Andalucía no sabe o no quiere alcanzar y los andaluces, en busca de prestigio, formación y ganas de vivir tienen que andar. 

Las panderetas se han alzado en revolución en la corte andaluza y el maniqueísmo caciquil crónico ha podido manejarlas. Desesperanza e impotencia son las palabras que ondean junto a la blanquiverde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario