sábado, 17 de marzo de 2012

Tardes de la mano de Clint Eastwood

Solo, en una habitación. Está anocheciendo y el más ínfimo destello de luz te achicharra los ojos. No obstante, pones la televisión, eliges un canal, y te pones a pulsar el botón del mando a distancia intentando conseguir una distracción de tu conciencia, ese tipo de distracción que la deja drogada y hundida en el más profundo de los sueños. Mi tarde hoy se preveía así. Estaba vago, cansado de andar por mi piso y de estar acostado en la cama.
   
Sin embargo, ha sido curiosa. El viernes saqué una película, dos concretamente, y las dejé en la mesa del salón. Una mesa baja, de no más de setenta centímetros de alta, típica para poner los pies sobre ella. Hoy, cuando iba a dejar el dichoso mando y sus dichosos botones sobre la mesa, debajo de una bolsa, la he visto. Estaba como un juguete roto, apartada y deseosa a que un par de ojos se dignasen a verla. Yo, por mi parte, la veía ahí, desolada y pensando en que tenía que entregarla el miércoles. En ese instante, decidí levantarme, encender el DVD y sentarme a, como hacía con la televisión, pasar la tarde. La película tenía un nombre inglés, Mystic River, y su director me sonaba de más. Era Clint Eastwood, un tío bueno en westerns y cabrón como sí solo en campos de reclutamiento.

Eastwood era y es uno de mis actores y directores favoritos, pero hasta el momento solo había visto películas en las que aparecía como actor. No sé si se trataba de la expresión de su cara o de esa voz de auténtico hijo de perra que le pone Constantino Romero, pero yo seguía en mis quince y continuaba con estas películas. Hoy sé tras ver Mystic River que, como director o guionista, no hace falta ni el más mínimo cameo de Clint Eastwood para que una película suya siga siendo un impresionante y genial largometraje.


Estrenada en 2003, Mystic River se trata de un thriller ambientado en la ciudad estadounidense de Boston. Allí, tres chicos juegan al hockey como cualquier tarde. Sin embargo un coche, un poli y una superficie de cemento cambiarán sus vidas hasta extremos dignos de novelas de Dennis Lehane. Clint Eastwood  toma en esta película a la sociología como bandera y pone en encrucijadas a aspectos tan independientes como pueden ser la amistad, la traición, la confianza y sobre todo la familia. La infancia se convierte en un legajo de la vida arrebatado, mientras que la lucha por la supervivencia hace de ésta un tiempo monótono, desesperanzado y hastío.

Que la conciencia sea algo por lo que nos dejemos  guiar porque se trata de lo más empírico, visual o real no debe ser más que un mero trámite. Todos tenemos historia. Sucesos que van moldeando  nuestro cuerpo, nuestra psicología  y nuestra forma de actuar en cada segundo de nuestras vidas. Esta película así lo muestra. En el más profundo de los abismos de nuestro cerebro, en la parte sumergida del iceberg de Freud,  aún existen impulsos nerviosos que alteran lo que la conciencia pretende que deseemos, provocando cortocircuitos que hacen de la terapia natural de un dolor, una nueva situación más compleja y de mayor magnitud catastrófica. 

Solamente me falta por decir que veáis esta película. Nada más.

martes, 13 de marzo de 2012

Mientras siga.

Acababa de leer mi preámbulo cuando rompiste en trozos la carta de presentación. En tu universo el orden no existe. Son trozos de polvo que chocan, se unen y al abrirse conciben algo parecido a besos que saben a sal. La excepción se convierte en tu identidad mientras que la lluvia, como elemento que precipita, moja los párpados y se evapora. Ya sé que es muy dificil interpretarlo, pero mi silencio no es más que un grito desesperado que intenta alcanzar a tu olor. La complejidad y ambigüedad de las palabras, por su parte, un mero trámite para esconderme detrás de la cobardía.

Un infinito negro y sin horizonte se abre en mi camino y no sé que dirección escoger. Mi argumento sucumbe al tuyo y te sigo. Parece que todo va bien. No obstante, en un breve instante, pienso, reflexiono. Guiarme parece que no es lo tuyo y ser yo el guiado, una cualidad que se me ha atribuido sin ser para nada innata. A veces las sombras caen sobre tu espalda y me ciego. Me ciego hasta tal punto que los barrancos se abren a mi lado y la pared blanca de cal inunda mi visión.

La limitada paradoja sobre paradojas e hipocresías,  sin embargo, ha facilitado que todas las vocales y consonantes de nuestro vocabulario queden unidas. Tu actitud me ha abierto la mente, conozco nuevas líneas, nuevas directrices en un mundo donde hasta ahora y sin ti solo existían dogmas.

lunes, 12 de marzo de 2012

Un olvido imposible

Enérgico, aguerrido, innovador y sobre todo granadino. Así era don Enrique. El cantaor del famoso barrio del Albaicín, se ha convertido en una grandes leyendas del flamenco, así como en uno de los artistas más controvertidos entre el flamenco ortodoxo junto a autores como el gaditano Camarón de la Isla.


Considerado como uno de los renovadores del cante flamenco, Morente acercó estilos tan antagónicos como el blues, el jazz o incluso el rock a una música que era totalmente cerrada hasta finales de los años setenta del pasado siglo. Así mientras en su disco Lorca, acerca el jazz a un flamenco distorsionado, flexibilizado y siempre líquido; en un ataque de valentía y de coraje crea en 1996 junto a Lagartija Nick, Cañizares, Tomatito y Estrella Morente (tomando la alternativa) el disco Omega, que marcaría un hito en la música española y una frontera entre la visión ortodoxa y la visión heterodoxa del flamenco en concreto, y del folkclore español en general. Un álbum que recogería y fusionaría los sonidos rock e indie de Lagartija Nick con los quejidos y la voz rota de Enrique Morente.


A fecha de hoy, y tras un año sin el maestro Enrique, Lagartija Nick y el también grupo granadino Los Planetas  han querido rendir un tributo especial a la obra del genial Morente. Con colaboraciones de otras artistas actuales del flamenco como Carmen Linares y cercanos al artista como su hija Soleá Morente, Homenaje a Enrique Morente ha querido recoger temas famosos del cantaor como La Estrella o Yo poeta decadente  intentando llevar a cabo la fusión, que según cuentan los protagonistas, hubiese querido don Enrique.

El disco, con algunos tintes religiosos, según cuenta Antonio Arias, líder del grupo Lagartija Nick, en una entrevista al periódico La Razón,  no tiene el sentido de adoctrinar, sino más bien de envolver al oyente en un ambiente místico y cercano al pensamiento del mismísimo San Juan de la Cruz. Es más, lo considera totalmente laico y apartado del entorno religioso o católico.

Producido por Martin "Youth" Glover, productor de exíto de grupos como Depeche Mode y bajista del grupo Killing Joke, el álbum ha alcanzado para ellos unas cotas que resultaban casi imprevistas sin la impresionante figura del artista creador. Su misticidad, catalogada por Arias y por Erik (batería de Lagartija Nick) como una "misa sónica" han hecho de un proyecto un trabajo digno de tesis y de ejemplos notables de fusión musical. No obstante, la facción ortodoxa de la ideología es una parte de ésta con la que es imposible tropezar. En ese supuesto caso, y como dicen Los Evangelistas, grupo producido entre Los Planetas y Lagartija Nick por y para la creación de este album tributo, "al menos disfrutaremos de lo que hemos creado".

El disco se puede comprar en Fnac. Para más información, pinche aquí.


domingo, 11 de marzo de 2012

Una voz que acepta reproches

Ayer no fue un día cualquiera. En los días catalogados como cualquiera pasas las horas del susodicho día tirado en un sofá, con una bebida cualquiera en mano, leyendo tweets estúpidos y pasando páginas llenas de tonterías. Tampoco fue un domingo cualquiera. Los domingos cualquiera los pasas además de tirado en el sofá, viendo el fútbol y comiendo pipas a más no poder. Hasta que una cáscara se te atraviese y tengas que ir a la cocina a por un vaso de agua. Entonces, te tienes que levantar del sofá y conviertes a tu domingo cualquiera en un domingo especial. Lo elevas. Lo evolucionas. Le das vida.


Sin embargo, y como decía, ayer no fue un día cualquiera. Era domingo. Pero tampoco era un domingo cualquiera. Es verdad que tener la mala suerte de llamarte 11 y de apellidarte con la letra M no acompaña mucho a convertirte en uno más del grupito de los 365, pero por otra parte, ayuda a que todos los ojos se te claven en ti y que te den, en mayor o menor medida, una importancia relevante. Te valoran, te relacionan e incluso hacen una especie de retroalimentación sobre tu espíritu. Un espíritu que se empañaría de negro a partir de esa cita que tuviste con el año 2004.


Todo comenzó cuando, ayer por la tarde me dirigía en tren, en cercanías, junto a la vía de las explosiones, junto al lugar de los hechos, hacia la estación de Sol. Algún que otro escalofrío y que otro vello de punta me describía, sin casi vivirlo en directo, cada una de las escenas dantescas que en esa estación de Atocha se dieron lugar hace ya ocho años. No obstante, y sin eliminar emociones y empíricas realidades; la intrahistoria me hace mella y el conocimiento de la verdad, como intento de periodista, es algo que por naturaleza me atrae.

Los informes del comité de investigación convocados por los partidos parlamentarios están ahí. Están registrados en la página del Congreso de los Diputados y se trata de documentos analizados exhaustivamente y contrastados por fuentes. ¿Por qué se cortó le cortó al comité de investigación, en gobierno del PSOE, que siguiese informando de las distintas pruebas que concluían una colaboración de ETA con Al-Qaeda? ¿Por qué se negaba de la relación de etarras con árabes en las cárceles cuando verdaderamente existía? ¿Por qué, esa semana, en el País Vasco, ETA comenzó a difundir octavillas en las que se decía a los vascos que no cogiesen el tren? Y ahora, con los datos difundidos actualmente. ¿Por qué se desmanteló un tren tan rápido cuando en accidentes ferroviarios anteriores se tardaron en desmantelar los trenes más de un año? ¿Acaso ya se habían investigado todas las pruebas? ¿Y por qué al desmantelarlo, según testimonios, existía cabello entre el amasijo de hierros?

Existen demasiadas lagunas para el atentado con mayor números muertos perpetrado en Europa hasta ese día. La duda ofende cuando existe y aquí, cuando se lleva por delante a trescientas almas, casi indigna. Todavía me pregunto por qué existe tanta rudeza, por qué tanta hostilidad frente a este tema cuando nos encontramos ante una democracia consolidada y en un sistema que es considerado como viable. Ya casi es inevitable afirmar que no existe un debate público en un tema mediado por la censura . Una censura basada en limitar la libertad de expresión y limitar la relevancia del 11-M dentro de los medios. (Y luego dicen que no se alimenta al maniqueísmo).

Por último tengo que  decir que ya sé que es muy fácil al posicionarte en cierta postura u otra que te cataloguen como de los de azul o de los de rojo, pero yo no busco nada de eso. Busco una realidad justa. Una verdad que no atienda a maquiavelismos. Una verdad que por el simple hecho de serla y  que sin adjetivaciones tienda a la justicia.




lunes, 5 de marzo de 2012

Vistiendo de verde y oro, como cualquiera

Hablamos, comemos, dormimos, amamos, andamos, protestamos, estudiamos, leemos, saludamos, despreciamos, alabamos...así como miles de verbos que indican una cierta acción y una cierta consecuencia. El hombre, por sí, se mueve. Una función inquieta que dentro de lo que cabe aceptamos, que nunca o casi nunca, apreciamos y que, como todo, tiene un determinado origen. 

Hoy, de forma súbita y documentada, me atrevo a decir que conozco uno de los pilares por los que el hombre, se mueve y hace que todos los verbos que antes he citado sean posibles y puedan tener una existencia justificada en el uso dentro de la RAE. Todo se resume en un solo sustantivo: morbo.

Este jueves, tras un hipervínculo, me encontré con una noticia que se convirtió en el detonante de todas las sospechas que tenía encima de este sustantivo. El domingo día cuatro de marzo, Juan José Padilla iba a ponerse delante de un toro por primera vez después de que en Zaragoza, en octubre del pasado año, otro morlaco se llevase en la punta de su pitón la visión de su ojo izquierdo.

En teoría, una noticia como esta no debería ir más allá de los reconocimientos de superación o de valentía hacia un sujeto que sinceramente, en escasos meses, le ha plantado cara a un oficio por el que siente pasión y por el que literalmente muere. Sin embargo, las fronteras de lo alabable en los medios no existen. Si existe un móvil que pueda mover masas basándose en criterios emotivos y puramente estéticos, exprímelo hasta que el toro de Padilla (o el mismo Padilla, si cabe por duro que parezca) derrame su última gota. ¡Qué no caigan los debates, qué se revolucionen los informativos! A falta de héroes contemporáneos, vamos a crear los nuestros. 
(Véase ésto)

Lo comercial es lo que vende y si se tienen conocimientos de sociología mejor que mejor. 

Seamos honestos, seamos fieles a la verdadera función de nuestro ser: la vocación. El periodista no debería acabar en la polémica, en el sensacionalismo. Si hemos elegido esta profesión es porque, al igual que el torero que se enfrenta a un par de pitones que pueden sacarte un ojo, el profesional vocacional no se acobarda, no se amilana ante las situaciones. El profesional vocacional se ha educado en querer a su profesión y en conseguir el más difícil todavía, en matar por un simple reportaje que solo tiene el objetivo de informar.

Quitémonos estereotipos, quitémonos antifaces. Cojamos la noticia de Padilla y, como críticos, leámosla de arriba a abajo y hagamos de ella una nueva síntesis. Una síntesis que incita a un inevitable paralelismo y que destruye el hecho noticioso en su totalidad. Simplemente, Padilla, al igual que multitud de personas anónimas en este país y dejando de un lado ideologías y polémicas, es una de esos individuos a los que le da igual que su trabajo les de un revolcón. Porque lo aman. Porque han creído en la vocación.