miércoles, 29 de febrero de 2012

Proyecto de columna con verdades imprecisas

Como en una macabra historia, se abre el telón y aparece un señor barbudo que sujeta una pancarta. De su pulsera cuelga un Rolex. Viste con camisa Emiddio Tucci y su americana está valorada en 500€. Detrás de nuestro personaje, una enaltecida población grita y demanda medidas alternativas para reducir un 25% de desempleo. Él, por su parte, sabe que cuando termine esa agotadora jornada, llegará a casa y se encontrará con una copiosa cena y con una sirvienta masajeándole los pies. Mañana será otro día.

Breve historia digna de algunas de las animalizadas fábulas de Samaniego, para nuestro pesar, corresponde a la cruda realidad sindical española. UGT y CC.OO se han convertido en las empresas más grandes del territorio español y se han dedicado principalmente a la producción de la falacia. Empresas como la Generalitat Valenciana o el Instituto Noos  les han aplaudido y les han dado la bienvenida a un sector cada vez más prolífico: el de la financiación fraudulenta y el de la especulación.

Según datos oficiales, las adoradas cerditas chupópteras de la mamá Estado se han tragado más de 500 millones de euros en subvenciones europeas y españolas destinadas “supuestamente” a crear empleo y  fomentar la formación profesional. Sin embargo, los hechos ahí están.  El sindicalismo nacional se ha convertido en un actor que maneja los hilos de un títere llamado trabajo y de las conformidades y disconformidades de éste. Paradójicamente, sus manifestaciones y movilizaciones, donde el mayor gasto es la compra de bocinas y carteles, son el “duro azote” hacia el gobierno. ¿Y el resto del dinero, donde está? ¿Los cursos formativos? ¿El empleo? Tenemos que estar orgullosos: estamos pagando impuestos para vestir y  bañar en oro a nuestros incansables defensores obreros.

Los sindicatos, organizaciones supuestamente apolíticas y defensoras acérrimas del trabajador, se constituyeron fundamentalmente para salvaguardar los derechos fundamentales de  éste último. Sin embargo, en los últimos años España se ha empeñado en romper con esta definición y los dos sindicatos mayoritarios del Estado se han propuesto invertir el orden. Parece que las declaraciones del tecnócrata Mario Monti han calado y eso de estar tantos años en el gremio ya les aburre un poco.

- Ser proletario cuesta, mi monedero está vacío y mi barriga necesita aumentar más y más. Pero no importa, mis compañeros me ayudarán (Véanse UE, Subvenciones y afiliados) – diría nuestro bonachón Cándido.

Pese a todo, nos tapamos las bocas, nos ponemos un velo de alquitrán en los ojos y no queremos ver más allá de lo visible. El despido se ha refugiado en el regazo de la empresa privada y la empresa privada se ha encariñado con éste, mimándolo. BBVA ya predice los números del paro a finales de 2012, los sitúa en torno a los 6.000.000 de parados y aún nos consolamos y echamos toda la culpa a la omnipotente palabra comodín: crisis. La desesperanza de innovar y de emprender ya casi es un hecho.  Mi palabra  y la de muchos más ya están ahí. Solo queda esperar.

1 comentario:

  1. La disección del estado actual de la enferma sociedad española es digna del mejor Dr. Nicolaes Tulp. Enhorabuena y sigue tan perspicaz.

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