miércoles, 26 de octubre de 2011

Noches blancas y oscuros amaneceres.

En una mañana no había deslumbrado tanto la Luna como en aquel día. Cuerpos marcaban su pesar al golpe de una rajada caja. Su camino era no era nada comparado al dolor que desprendían las casas de cal y de pintura. Al fondo, una blanca y alargada sombra de oloroso ciprés hacía acto de presencia.
Volar era la mejor opción. Evitar a las jaurías de perros, sólo un obstáculo sin importancia. La carrera de cien metros lisos terminó y un cuerpo en el asfalto mordió el polvo mientras menospreciaba a las vueltas de esquina de callejones sin salida. Ahora todos a una cantamos el himno de la hipocresía sin pensar en la falta de madurez que hay en nuestros genes.
La vieja lorquina ya entona de nuevo su melodía.
Volver atrás se vuelve estupidez y querer ser, pura genialidad.
Pobres las moradas de calles aisladas de todo y de nadie.
Elegía.
Herejía

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