miércoles, 26 de octubre de 2011

Noches blancas y oscuros amaneceres.

En una mañana no había deslumbrado tanto la Luna como en aquel día. Cuerpos marcaban su pesar al golpe de una rajada caja. Su camino era no era nada comparado al dolor que desprendían las casas de cal y de pintura. Al fondo, una blanca y alargada sombra de oloroso ciprés hacía acto de presencia.
Volar era la mejor opción. Evitar a las jaurías de perros, sólo un obstáculo sin importancia. La carrera de cien metros lisos terminó y un cuerpo en el asfalto mordió el polvo mientras menospreciaba a las vueltas de esquina de callejones sin salida. Ahora todos a una cantamos el himno de la hipocresía sin pensar en la falta de madurez que hay en nuestros genes.
La vieja lorquina ya entona de nuevo su melodía.
Volver atrás se vuelve estupidez y querer ser, pura genialidad.
Pobres las moradas de calles aisladas de todo y de nadie.
Elegía.
Herejía

Comentarios a pie de página.

Vi llover y derretirse toda la nieve de la cumbre de aquella montaña. Crecí siendo olvidadizo, creyendo en todo lo que la realidad quería.
Aposté fuerte al póker, puse todas las cartas sobre mi mesa y sin preveerlo empaté mientras hablaba de beneficios.
Leer nunca fue tan duro, la verdad, jamás pensé que fuese tan hipócrita.
Intentar madurar fue demasiado maduro por mi parte, intentar enrarecer, no tanto.
Creer ser, siempre será una utopía pero intentar creer llegar a ser puede ser algo de lo más agridulce.
Morir para recordar, parece algo de lo más jodido y de lo más realista.
Pensar en el destino, una falta de interés por ser.
¡Que macabro suena ahora cuando graniza tras los cristales!

Ripios 2.0

Mientras el viento vuela, tu boca desliza.
Su silbido tenue se posa sobre mi ser
Tu mano sobre mi arrugada camisa.
¡Cómo caminas sin que pueda ver!

Nuestras miradas se tuercen en el infinito
ya nunca podré ver lo que nunca vi,
nuestro destino se quedó en lo más mínimo
No sólo llueve aquí.

Ya los edificios te escupen, los perros te ladran
peces sin sentido se fijan en tu mirada.
Entre los nichos de tu cementerio,
las lechuzas matan.

Aunque caigan tus párpados, mi palabra perdura
La televisión ya no da las noticias
El mundo ha perdido su cordura.

jueves, 13 de octubre de 2011

Retomando.

Oler, mascar, desaparecer.
El agujero me absorbía, caía a un precipicio de paredes lisas y de oscuro fondo. Mis brazos se disolvían entre la penumbra y la mente era sólo polvo de antiguos libros.
Un infinito monte azul oscurecía la blancura de la la llanura. Salir de la pasividad rompía el eje de vuestra casa consistorial y os tapasteis los ojos con ramas de olivo.
Desde mi hoyo no se veía la salida. Querer, nada más que una consecuencia fatal por vivir.

-

Tras la tempestad siempre viene el frío. Que tu cielo se junte con mi suelo no fue más que pura suerte. Ayer era un hombre abatido, desolado. Mis manos no eran más que huesos sin pellejo, carne disuelta entre rencores y desesperanzas, lluvia que llueve. Mi pasado era un futuro que no llegaba, un mañana que nunca era hoy y, sin proponértelo, hiciste de un chasquido de dedos, veintidós.
Estatuas sin cabeza se agolpan en el salón de mi recuerdo, pipas que ardieron por dentro, musas que se peleaban en mis espaldas. En el pasillo, sin embargo, un largo camino de negra tinta me recorre hasta tu vestido color azabache.
El olor llega a los pulmones, la sal a mi corazón.